Horror corporal, imposiciones estéticas, la llegada de la vejez y la idea de alterarnos físicamente como única salida para “pertenecer” en una sociedad en la que lo único que se valora es la juventud. De todo esto y más se trata La Sustancia, la película dirigida por Coralie Fargeat que nos permitió abrir debate sobre varios mandatos que nos resuenan. Spoiler alert.

Primero, un poco de contexto: la historia comienza con Elisabeth Sparkle (Demi Moore), una actriz de renombre y estrella fitness, que es brutalmente despedida de su puesto de trabajo el día que cumple los 50 años. En la necesidad de continuar en vigencia, prueba la sustancia, una droga experimental que le permite recuperar una versión suya “más joven y mejorada” (Margaret Qualley).

A partir de esta premisa, podemos explorar el relato de la película de manera muy cruda sobre varias cuestiones a las que estamos expuestas las mujeres en relación a nuestros cuerpos.

 

Primer punto: la llegada de la vejez

Este quizás sea el aspecto más evidente de la película. Literalmente a nuestra protagonista la echan cuando cumple una determinada edad que ya no coincide con los estándares de juventud que valoran los medios. Nos habla de ese momento donde nuestro cuerpo “ya no es apto para su consumo” y tiene que ser reemplazado por una versión más joven, dejándonos fuera de los espacios públicos y, como consecuencia, relegadas –nuevamente– a lo doméstico.

Y esto no es algo que pase solamente en la ficción, ¿o no? Vamos a los datos: un estudio de Google Research concluyó que, si bien entre 2010 y 2021 en Estados Unidos aumentó un 7% la presencia de personajes femeninos en series y películas, este número se da en papeles que van de los 18 a los 33 años. En comparativa, los personajes femeninos cuya representación de edad va de los 33 a los 60 años es ampliamente más baja que el rango equivalente del género masculino. Entonces, ¿la opinión e imagen de una mujer en pantalla cuenta solo en el apogeo de su juventud?

Tomando esta reflexión como disparador, en La Sustancia nos encontramos con la representación femenina desde una mirada masculina, es decir, desde la cosificación: si en este mundo el cuerpo de las mujeres es para “consumo” de los varones, entonces su mirada es fundamental. En la película, la versión “joven y mejorada” de Elisabeth (que se autopercibe como Sue) va a un casting para reemplazar a Elisabeth en lo que era su programa de fitness. En esta escena, son los varones de traje los que juzgan y evalúan a las candidatas (con poca ropa, obvio) por sus cuerpos, rasgos y edad.

Donde hay imágenes, las palabras sobran. De manera hipnótica y al ritmo de “Pump it up”, vemos a Sue venderle pasos de fitness a su audiencia, perpetuando un estereotipo de cuerpo inalcanzable. Dato: posteriormente al estreno de la película, Margaret reveló que en los planos donde se ve a la actriz con el torso desnudo se usaron prostéticos para lograr esa “perfección”. Este nivel de mandato cargamos.
 

Segundo punto: la alteración del cuerpo

Otro punto del que no podemos dejar de hablar es la alteración del cuerpo. En la película, queda demostrado que las mujeres podemos llegar a cruzar muchos límites, incluso ponernos en riesgo, con tal de conseguir el cuerpo “ideal”. ¿Cuántos casos hemos visto de mujeres del espectáculo que afectan su salud en pos de verse mejor ante las cámaras y ponen en riesgo su vida?

Según la ISAPS (la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética), a nivel mundial, la población femenina representa un 86,2% de las personas que se practican intervenciones. ¿Las razones? En Argentina, las razones varían entre verse más jóvenes, fines estéticos y superar la baja autoestima.

Y eso nos da pie para hablar del último punto: la aceptación.

 

Tercer punto: la aceptación

En el proceso de la protagonista a lo largo de los sucesos vemos la pérdida de su autoestima. Cuanto más tiempo pasa Sue al mando, Elisabeth queda más relegada y va perdiendo el amor propio de a poco. Pasa de ser una figura televisiva exitosa a no ser capaz de salir de su casa por haber visto su reflejo en una perilla. Entonces, ¿la imposición de representaciones estereotipadas y casi inalcanzables es capaz de afectar cómo nos percibimos a nosotras mismas?

De vuelta a los datos: Argentina es el segundo país del mundo con más casos de padecimientos de la conducta alimentaria (TCA). Reproducir y promover estas idealizaciones nos afecta y mucho. Parece que se acabaron los tiempos del body positive y volvieron los de la balanza, ¿ustedes también lo sienten?

 

Final abierto

Si bien no es la primera película que explora esta temática, encontramos innovación en la ejecución y una exploración súper interesante desde el terror corporal. Además de poner en evidencia los mandatos por los que pasamos las mujeres en relación a nuestros cuerpos, esta película deja ver que en el proceso por “perfeccionarnos”, más temprano que tarde, nos terminamos convirtiendo en nuestras propias enemigas. En definitiva, como adelanta el tráiler de la película: no nos olvidemos de que hay una sola versión de nosotras mismas.
 

Una pregunta para cerrar en un final abierto: ¿no es terror lo que vivimos las mujeres para cumplir o incluso oponernos a estas imposiciones sociales históricas? Lo dejamos a su criterio y, como dice el claim de TNT: pasa en las películas, pasa en la vida.

 

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