¿Aceptás el uso de cookies? Utilizamos cookies para mejorar tu experiencia Administrar cookies
Todo lo hago por mí y por Tab Hunter
ENERO 2025
“Repitamos juntes: NO-SE-OPINA-DE-CUERPOS-AJENOS”
Magalí Palazzo, Directora de arte en Bi Universe.
Todo lo hago por mí y por Tab Hunter. Crónica del hallazgo de un manifiesto adolescente de 1960.
Es domingo por la tarde y, entre mate y mate, mi novio me habla, de la nada, sobre el altillo que hay en su casa en Temperley (algo muy común en las construcciones cercanas al ferrocarril del Conurbano Sur, donde vivimos). ¿Vos me estás diciendo que hay un lugar con recuerdos de otras personas, que vivieron acá hace décadas, al que puedo entrar y recién me entero? Yo, la curiosidad personificada, no tardé ni un cuarto de segundo en proponerle subir de inmediato.
Pará, pará, pará, ¿altillo en el techo? ¡SÍ!
Arranco a subir los escalones como una niña en plena aventura dispuesta a encontrar lo-que-sea. Mi metro cincuenta ayuda bastante a moverme por ese lugar con el techo bajísimo lleno de papeles viejos sin tener miedo a golpearme la cabeza con algún tirante. Agarramos cuanto alcanzan a cargar nuestros brazos y volvemos a bajar.
—¡Pongo otra pava! —grito entrando a la cocina con intención de armar el ritual argentino para revolver entusiasmada el tesoro encontrado.
—Linda, vení a ver esto —me grita él.
Voy con el mate en la mano mientras se calienta el agua. Veo esparcidos arriba de la mesa papeles, entradas de un viejo cine en Banfield, un Simulcop de sexto grado, algunas hojas sin usar que separó mi novio para reusar y, en sus manos, un cuaderno de colegio abierto con cuentas de matemáticas, fracciones, garabatos en las esquinas, cosas típicas de adolescente.
—Hermoso todo, pero si no tiene dibujitos, es tuyo —le digo yo, que mi amor por las matemáticas es inversamente proporcional a mi amor por la ilustración. Pero insiste con la mirada de quien encuentra algo valioso.
—Leé esto, acá, esta hoja.
Al final del cuaderno, una hojita, sola, apartada. Como un descargo, como si hubiese sido escrita por alguien que necesitaba vomitar alguna cosa que le cerraba el pecho.
El título es ‘RÉGIMEN’.
Leo.
“Estoy gorda necesito adelgazar en cualquier forma, así no tendré ninguna clase de complejos”. “Así podré ir a corte y confección tranquila sin miedo a que me burlen”. “Quiero ir a la pileta y hacerme amigos y amigas sin tener que esconder la panza”. “Tengo que tener 164cm o más y 47 kilos”. “Empiezo el viernes 15 tomando un yogurt sin azúcar y un jugo de frutas hasta adelgazar”.
Se nos estruja el estómago y guardo rápido el papel para no olvidarme de llevarlo el lunes a la oficina. Ese día, todas, las 12 mujeres que coincidimos con la presencialidad en la oficina de Bi, pudimos sentir de forma personal el descargo de esta adolescente de 1960 mientras leíamos el papel. Todas crecimos con los estándares de belleza de nuestra contemporaneidad, todas sentimos a les otres y a nosotras mismas juzgando nuestros propios cuerpos, todas tuvimos vergüenza en algún momento, todas crecimos en una sociedad cuya mirada nos hace creer que lo que importa es nuestro envase y que somos cosas, cositas que tienen que ser lindas nomás.
Todas sentimos, al mismo tiempo, leyendo el descargo de una adolescente de 1960 que, aunque hayan pasado más de 60 años desde la escritura de ese papel, esa mirada sobre nosotras no cambió.
Entonces voy a tener un cuerpo lindo.
En datos, según la Sociedad Argentina de Pediatría:
1 de cada 25 adolescentes sufre algún desorden alimentario y, de ellas, el 10% padece bulimia y/o anorexia. Desde hace algunos años, la Argentina es el segundo país –después de Japón– con los índices más altos de casos de bulimia y anorexia en el mundo.
La preocupación por el peso, el cuerpo y la alimentación se observa desde antes de la pubertad.
Las redes sociales, la publicidad y los entornos familiares y sociales excesivamente preocupados por las dietas y la apariencia inciden de forma directa en estos desórdenes.
¿Cómo contribuir conscientemente a cortar con una problemática que arrastramos desde hace décadas y décadas?
Repitamos juntes: NO-SE-OPINA-DE-CUERPOS-AJENOS. No sabemos cuáles son las luchas de les demás, ser comprensives en un mundo que muchas, muchísimas veces, es hostil nos ayuda a vivir en un entorno más consciente y con más empatía de las vivencias de les demás (y las de une misme).
Es difícil, muchas veces es complicado, pero es necesario. Como decimos en Bi: LOS MENSAJES QUE DAMOS CREAN REALIDAD. Somos parte del problema o somos parte de la solución.
¿Te imaginás el futuro que querés si no sos vos quien lo construye? ¿Te imaginás si dentro de algunas décadas, alguien encuentra un tweet tuyo y le parece una realidad lejana, diferente a la sociedad de ese momento, y la hace sentir que esa mirada externa sobre las mujeres cambió para bien?
Todo esto por un varón
Para cerrar, pueden ver la hojita del cuaderno de matemáticas que encontré en el altillo en nuestro instagram.
Mientras escribía este newsletter la releí varias veces, con muchísimos mates al lado y la misma cantidad de nudos en el estómago que tuve la primera vez que leí el manifiesto de esta adolescente de los ‘60.
¿Cómo supimos que es de esa década? En la ofi, con mis compañeras de Bi –que son tan o más curiosas que yo– pudimos descifrar la frase final, escrita como una declaración: “Todo lo hago por mí y por Tab Hunter”.
Tab Hunter (1931-2018), actor y cantante estadounidense que tuvo el apogeo de su carrera en 1960. Un adonis rubio, blanquísimo y mega hegemónico, que conquistó el corazón de mi amiga templerlina a mil km de distancia, tanto como para que su manifiesto de empezar la dieta ese lunes 15 valiera la pena. Cambiar su cuerpo para ser mirada por un hombre. Modificar la forma y el peso de su cuerpo para satisfacer las exigencias de una —esa y esta— sociedad.
Suscribite a nuestro newsletter acá!
COMPARTIR